Aunque a estas alturas Nintendo sea reconocido universalmente como uno de los principales fabricantes de consolas, hubo una época en la que el mercado era muy distinto: a finales de la década de 1970, en Japón ese tipo de hardware casi no existía o estaba relegado a un segundo plano; y lo habitual era que las máquinas de entretenimiento caseras viniesen con juegos preinstalados.
Por supuesto, ese es un panorama radicalmente distinto al que vemos hoy; pero para dar ese salto primero hubo que desafiar el status quo de varias maneras. Unas se han mantenido fieles a lo largo de los años, mientras que otras se han perdido en el tiempo. Y todas esas estrategias o políticas nuevas llegaron de la mano de una Famicom (1983) que eventualmente conoceríamos como Nintendo Entertainment System, o NES, en Occidente.
Bajo el mando de Hiroshi Yamauchi, Nintendo ya tenía cierta experiencia colaborando con terceros para diseñar dispositivos de entretenimiento, varios de ellos a modo de revisión. Pero Famicom se había creado con un prisma muy distinto al de otras consolas: quería ser mucho más asequible (unos 80 dólares al cambio, frente a ~300 del resto) y seguía una sólida filosofía de expansión que le permitiese crecer con el tiempo a medida que recibía juegos nuevos.
A caballo entre consola y ordenador
Así es como llegaba a tiendas la primera consola de Nintendo con soporte para cartuchos, a diferencia de las antiguas Color TV-Game o Game & Watch. Y dentro de ese contexto de experimentación y delirios de expansión, los nipones habían creado una consola con una arquitectura sospechosamente similar a la de un ordenador: los primeros bocetos de Masayuki Uemura, del segundo (y recién fundado) departamento de investigación y desarrollo, incluían elementos como un lector de discos, módem y compatibilidad con teclado; entre otras cosas.
Su propio nombre, de hecho, lo pone en evidencia: Famicom significa Family Computer, para diferenciarlo de los ordenadores domésticos y personales. La consola de Nintendo imitaba secretamente muchos patrones que se veían en Megavox, Intellivision o del NEC PC-8800; pero se vendía más bien como un juguete con su característica paleta de rojo-blanco y la pistola Zapper.
Aquella dualidad entre juguete y ordenador era cien por cien intencional: quería funcionar bien con los niños, pero más tarde se presentaba en Estados Unidos como un ordenador corriente y moliente con grabadora de cassettes, teclado y otras funciones del estilo. Y ni que decir tiene que muchos años después, los kiotenses todavía trabajan en esa fina línea que divide varios públicos.
A día de hoy, aún existen eruditos deconstruyendo las entrañas de NES, tratando de darle sentido a las decisiones que llevaron a Nintendo al éxito. Aunque por supuesto, no fue asunto fácil porque los de rojo tuvieron que vérselas con la Sega SG-1000 el mismo día de lanzamiento, en una rivalidad que se extendería durante muchos años. Pero ese es un asunto para hablar en otro momento.
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La noticia
Cuando Nintendo quiso revolucionar las consolas, lo hizo diseñando básicamente un PC camuflado
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Mario Gómez
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