Llevo años intentando inculcar a mis hijos que se muevan por la casa como ninjas, haciendo el menor ruido posible al ir de aquí para allí abriendo puertas o cajones. Ellos creen que es porque me molesta el ruido (también, un poco), pero en realidad me lo agradecerán cuando un día lleguen a las tantas de la madrugada y no despierten a su madre. En el Japón del siglo XVII lo tendrían más crudo por un invento llamado uguisu-bari que, precisamente, pretendía evitar ese sigilo.
En la época en la que los ninjas empezaron a aflorar, dormir en un castillo con miedo a que alguien te colocase una katana en la garganta en mitad de la noche no debía ser especialmente fácil. Si esos sigilosos atacantes podían colarse entre sus guardias sin que nadie notase nada, había que encontrar una forma de tenderles una trampa. Una que los ninjas fueran incapaces de ver a simple vista.
La trampa anti ninjas del Japón feudal
La solución fueron los uguisu-bari o, como podríamos traducirlos de la forma más cercana posible, suelos de ruiseñor. Una trampa en forma de tablones modificados que, tras pisarlos, alertasen a los guardias y las familias del castillo de que alguien se había colado en casa. Una genialidad que, de la misma forma que ocurrió con los propios ninjas, empezó a extenderse por todo Japón para evitar sus ataques.
La idea, inventada por pura casualidad y heredada precisamente de los ruidos que hacía la madera al pisarla cuando estaba demasiado vieja, implicaba colocar dos piezas de metal en la parte inferior del suelo y unos clavos estratégicamente colocados para que, al pisar sobre ella, el roce de los metales generase un característico sonido. Como ya habréis imaginado, el ruido que producen recuerda al canto de un ruiseñor.
Al estar colocados bajo el suelo, y con el único cambio de unos tablones ligeramente menos anclados de lo normal, a simple vista pasan por un suelo completamente normal, pero al pisarlos producen ese singular ruido. Colocados en lugares estratégicos para evitar que un posible ninja se acercase demasiado a la habitación donde dormía la familia, el singular canto de ruiseñor servía para alertar a los guardias que corrían hasta allí para evitar el desastre.
Para evitar ser confundidos con un atacante, los soldados que hacían guardia desarrollaron un ritmo a la hora de andar por estos tablones, así que cuando se escuchaba un canto de ruiseñor diferente al habitual, sabían que alguien se había colado. La idea se extendió tanto entre los castillos de los señores feudales de Japón más acaudalados, como el del Castillo de Nijo en Kioto, que a día de hoy podemos visitar y comprobar de primera mano cómo estos suelos y su peculiar invento han superado el paso del tiempo para contar una historia menos conocida de la época de los ninjas.
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La noticia
Cuando Japón inventó una brillante trampa anti ninjas para evitar que se colasen en sus castillos
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3DJuegos
por
Rubén Márquez
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