Hace 100 años, Ford quiso crear la ciudad perfecta en medio del Amazonas. Acabó terriblemente mal

Hace 100 años, Ford quiso crear la ciudad perfecta en medio del Amazonas. Acabó terriblemente mal

Durante los años 20, Henry Ford ya era uno de los mayores magnates del mundo, pero en busca de ahorrarse aún más dinero gracias a su famosa cadena de montaje para construir coches, se topó con un problema. El caucho que venía de Asia para dar forma a sus neumáticos estaba resultando ser un bolsillo roto.

Fue entonces cuando a Ford se le ocurrió una idea. En vez de tener que lidiar con Asia para conseguir la materia prima de sus ruedas, acudiría a otra fuente para explotarla él mismo. Es entonces cuando nace el proyecto de Fordlandia, una ciudad al más puro estilo estadounidense construida en medio del Amazonas que serviría para dar cobijo a sus trabajadores y poner en marcha su propia plantación.

La ciudad perfecta de Ford

Tras llegar a un acuerdo con el gobierno regional, Ford consigue 10.000 kilómetros cuadrados de terreno en la selva amazónica para dar forma a su particular ciudad. Untando a Brasil con 125.000 dólares para hacerse con la autonomía casi total del territorio, en 1928 sus ingenieros se desplazan hasta allí para empezar a dar forma a la urbe.

La idea inicial es hacer que tanto los empleados estadounidenses como los locales estén lo mejor posible, así que para contentar a los primeros y darle otra vida a los segundos, se basa en las ciudades norteamericanas para dar forma a Fordlandia. Las características manzanas cuadriculadas y calles perpendiculares son sólo el principio.

Con tiendas, un hospital, una sala de cine y hasta un campo de golf, Fordlandia cada vez se parece más a una población estadounidense, pero por aquello de controlar al máximo la eficiencia de una abultada inversión que ya suma millones de dólares, entre sus reglas y costumbres terminar cruzando varias líneas rojas que convierten al peculiar paraíso en un infierno.

Segregando a los trabajadores locales y pagándoles con una moneda propia que convertía a su economía en algo más centrado en el trueque que en un sueldo real, la prohibición del consumo de alcohol y la negativa a que las mujeres vivieran en la ciudad, Ford creó una tormenta perfecta a la que sólo le faltaba la gota perfecta para terminar de colmar el vaso.

La tormenta perfecta de Fordlandia

Con los ánimos cada vez más caldeados, los problemas en forma de enfermedades tropicales se toparon con el descontento de los directivos de Ford, que veían cómo el caucho que se extraía de la ciudad era alarmantemente escaso para el dinero que se habían dejado en ello. Pese a optar por jornadas de trabajo cada vez más largas y duras para solucionarlo, el causante de aquél desastre estaba en otro lugar.

Resulta que optaron por plantaciones monocultivo para maximizar el espacio en vez de acudir a los locales para que les aconsejasen cómo realizar el proyecto. De haberlo hecho, ellos habrían apostado por una mayor biodiversidad de plantas que habrían frenado a todas las orugas y enfermedades agrícolas que terminaron devastando cualquier posibilidad de plantar cara al caucho asiático.

En diciembre de 1930, con la intención de abaratar aún más los costes, Ford modifica la comida y cambia el servicio en mesa por un autoservicio que termina haciendo explotar a los obreros. Armados con machetes, los trabajadores empezaron destrozando el comedor y terminaron incendiando media aldea mientras cortaban las líneas de comunicación con el exterior y atacaban a sus capataces.

Con el gobierno de Brasil teniendo que mandar fuerzas militares para frenar la insurgencia, tras la llegada del caucho sintético el proyecto dejó de tener sentido y, pese a haberse gastado el equivalente a 350 millones de dólares actuales, el nieto de Ford vendió la ciudad al gobierno brasileño. Aunque en Fordlandia llegaron a vivir cerca de 100 personas, hoy su población ronda los 3.000 habitantes que, junto con la selva, se han hecho con el control de sus ruinas industriales.

Imagen | Amitevron

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Hace 100 años, Ford quiso crear la ciudad perfecta en medio del Amazonas. Acabó terriblemente mal

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Rubén Márquez

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