El 57% de la Generación Z cree que el feminismo ha llegado demasiado lejos: la clave para entenderlo está en el sesgo de negatividad de los algoritmos

El 57% de la Generación Z cree que el feminismo ha llegado demasiado lejos: la clave para entenderlo está en el sesgo de negatividad de los algoritmos

Una encuesta entre más de 24.000 personas a través de 30 países ha revelado que el 57% de los hombres de la Generación Z opinan que «se ha ido tan lejos en promover la igualdad de las mujeres, que ahora se está discriminando a los hombres». Seis de cada 10 miembros de la Generación Z creen, de hecho, que se hace demasiado para apoyar ese cambio.

Aunque el tren de una sociedad igualitaria parecía ser uno en el que se había subido gran parte de la población, las diferencias de opinión mostradas entre los miembros de la Generación Z y el resto de generaciones son más que suficientes para ver que algo ha cambiado. Frente a la idea de que un padre es menos hombre por quedarse en casa cuidando de los hijos en vez de ir a trabajar, el 28% de los jóvenes lo ven como una afirmación adecuada. Entre los boomers, en cambio, la cifra de los que la sustentan cae hasta el 12%.

La Generación Z frente al feminismo

La colección de datos, recabada por el Instituto de la Mujer del King’s College de Londres, muestra sin embargo que los jóvenes de la Generación Z creen ser más feministas que el resto de generaciones. Un 32% de los encuestados contestaba de forma positiva a esa afirmación, pero con cifras muy similares, entre un 32% y un 28% de los milenial o los boomers hacían lo propio.

El girito definitivo a esa incongruencia se mostraba al recoger que el 62% de los hombres reconocía que alcanzar la igualdad de género era un asunto de suma importancia personal para ellos, lo que irremediablemente choca con que más de la mitad de todos los encuestados a través de Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón o Reino Unido parezcan estar de acuerdo en que se esté yendo demasiado lejos al enfocar a la sociedad en esa dirección.

No es una situación exclusiva de esos países. En España, la radiografía sobre la desigualdad de género muestra que sólo el 35,1% de los hombres de la Generación Z se consideraba feminista, mientras que en el caso de las mujeres el porcentaje alcanzaba un pico del 66%. Al compararlos con la franja de mayores de 59 años, el número de hombres bajo la misma afirmación crecía hasta el 46,8%, mientras que el de las mujeres bajaba hasta el 55,3%.

Con el feminismo relacionado cada vez más con el voto a partidos de izquierdas en todo el mundo, desde la explosión del movimiento en 2018 se ha visto cómo la Generación Z se ha encaminado en la dirección opuesta, apostando por políticas de derechas contrarias a esa igualdad de género.

El sentimiento de desventaja, la pérdida de privilegios tradicionalistas, y la radicalización de esas mismas posturas en redes sociales, en busca de una masculinidad apoyada por los propios algoritmos por su carácter extremista, se ha convertido en el caldo de cultivo perfecto para hacer crecer ese sentimiento. Sin embargo, los estudios parecen indicar una realidad completamente distinta: no es sólo que merezca ser impulsado a nivel social, es que el feminismo también nos está salvando en lo económico.

El secreto está en el algoritmo

Pese a que la actual situación de Estados Unidos dista mucho de ser la ideal frente al apoyo de la igualdad de género, la perspectiva socioeconómica del movimiento feminista daba un giro de 180 grados recientemente tras la publicación del último estudio del Bank of America. Según apuntan sus datos, pese a las quejas de cierto sector de la Generación Z y más allá, hay una clara ventaja económica detrás de esos ideales.

El estudio formula que la diferencia salarial y la media de ingresos que separaba a los hombres de las mujeres estaba en un 6,5% en 2022, pero que durante el último año ha caído hasta el 4%. Esto, lejos de plantearse como algo negativo, suponía para el segundo banco más grande de Estados Unidos «un motor clave del crecimiento económico». Según el análisis del Bank of America, «a medida que aumenta la riqueza, la prosperidad de las mujeres ayudará a ‘hacer crecer el pastel’ de la riqueza total, ampliando las oportunidades en todos los ámbitos».

La realidad es que reducir la brecha de género es una estrategia no sólo capaz de aumentar el PIB global, también la muestra de que entre las compañías con mayor diversidad están aflorando decisiones más equilibradas y mejores tasas de éxito, y que los resultados financieros de las mismas también demuestran una mayor competitividad y una apertura más amplia hacia la innovación y los cambios positivos que comporta.

Según comentan los expertos, la única forma de sacar a la Generación Z de ese círculo vicioso, claramente apoyado en una incongruencia respecto a su defensa del feminismo, pasa por fomentar la igualdad de género en la educación y promover una masculinidad positiva apoyada en la empatía que rechace esas posturas reactivas. Pero sobre todo, la clave está en el cuestionable papel que se está haciendo con los algoritmos de las redes sociales y cómo están afectando a nuestros jóvenes.

Tal y como recogía un informe de la UNESCO, el auge en las campañas de desinformación en redes sociales, a menudo impulsadas por los propios partidos políticos, generan una nube de desinformación destinada a que, a través del miedo y la inseguridad, los jóvenes Gen Z terminen cayendo en discursos que buscan reforzar estereotipos y socavar avances en materia de igualdad de género.

El sesgo de negatividad y las redes sociales

Lo lógico sería pensar que ponerte de mala leche frente a según que mensajes te impulsaría precisamente a apartarte de ellos, especialmente en una generación tan preocupada con su propia paz mental, pero lo cierto es que a nivel psicológico funciona justo al revés. Es una debilidad que los algoritmos no han tardado en aprender a explotar.

Según apuntaba un estudio de la UAB, los algoritmos de las redes sociales favorecen el contenido polémico en busca de lo que se conoce como sesgo de negatividad. La idea detrás del concepto es la misma que busca explicar a nivel psicológico por qué nos obsesiona más que una persona nos diga que somos feos pese a haber otras 100 diciéndonos justo lo contrario de la forma más positiva posible.

A nivel emocional y psicológico, los sucesos de naturaleza negativa terminan impulsando un mayor peso que los positivos o los neutrales. Estamos programados para intentar darle la vuelta a esa situación, para intentar luchar contra esa negatividad, lo que implica que frente a un mensaje de ese carácter tengamos mayor disposición a contestar que frente a otro que no resulta agresivo, ofensivo o polémico.

En busca de más interacciones y una mayor implicación en la plataforma, ya sea repasando lo que se contesta a esos mensajes y sumando más tiempo en ella, o colaborando activamente a amplificar esa conversación, los algoritmos persiguen esos discursos de odio para promoverlos de forma automatizada y generar conversación. Una trampa en la que, inevitablemente, los jóvenes parecen caer con más fuerza.

Apoyados por el efecto troll, la posibilidad que ofrece internet de sumarse a esos discursos de forma anónima y ser recompensados por ello en forma de validación y pertenencia a un grupo, lo que podría limitarse a pensamientos intrusivos con los que no necesariamente se está de acuerdo al 100%, termina convirtiéndose en una excusa para elevarlos aún más y hacer que la rueda de odio siga girando.

Por qué la Generación Z es más vulnerable a esos algoritmos

La idea de la validación externa, clave para el desarrollo personal durante la adolescencia y la juventud temprana, motiva que los jóvenes se agarren a mensajes simplificados que ofrezcan respuestas claras y concisas a problemas que, en realidad, resultan mucho más complejos.

Ver reforzadas ciertas actitudes, en lo que a todas luces es una cámara de eco que poco o nada tiene que ver con el mundo exterior, consiguen que sean más propensos a reforzar ciertos ideales y valores. El machaque de las redes sociales frente a esa negatividad, impulsando aquellos mensajes que resultan más polémicos, refuerza a menudo la idea de que ese discurso es en realidad el más extendido y, por tanto, el que hay que seguir para formar parte del grupo.

El miedo a quedarse fuera es innato, por lo que buscar culpables entre los jóvenes de la Generación Z sería un claro error. Ese sentimiento, sumado a la necesidad de validación que aportan likes y comentarios compartidos, hacen que a menudo caigan en dinámicas que ni siquiera tenían interiorizadas.

Precisamente por esa tendencia cada vez más clara entre los jóvenes, nativos digitales acostumbrados a vivir en sus redes sociales y verse más profundamente afectados por esos mensajes, iniciativas como la de Troll Patrol de Amnistía Internacional busca valerse de nuevas herramientas digitales para intentar mitigar su impacto.

De la mano de una inteligencia artificial encargada de identificar patrones en los mensajes, Troll Patrol monitoriza las redes en busca de esos discursos de odio para intentar atajarlos antes de que se propaguen de forma viral. Un trabajo que debería recaer en las manos de las propias redes sociales para frenar la tendencia de la Generación Z pero que, como ya hemos visto, no parece entusiasmarles demasiado.

Imagen | Lucky en Midjourney

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La noticia

El 57% de la Generación Z cree que el feminismo ha llegado demasiado lejos: la clave para entenderlo está en el sesgo de negatividad de los algoritmos

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3DJuegos

por
Rubén Márquez

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