El acceso de Europa al espacio depende de Estados Unidos. La ESA ha presentado un plan estratégico para independizarse

El acceso de Europa al espacio depende de Estados Unidos. La ESA ha presentado un plan estratégico para independizarse

Garantizar la autonomía tecnológica de Europa en el espacio será clave en el rearme de la Unión Europea. El plan estratégico de la ESA para los próximos 15 años acaba de hacerlo patente. El documento, titulado «Estrategia 2040: Elevando el futuro de Europa», establece como una de las prioridades de la agencia espacial fortalecer el acceso autónomo a la órbita e independizarse de la NASA.

En qué punto está la ESA. Con un presupuesto anual de 7.700 millones de euros, la Agencia Espacial Europea tiene un programa de exploración científica potente: acaba de presentar el primer conjunto de datos del telescopio espacial Euclid, va camino de las lunas heladas de Júpiter con Juice y tiene a Hera viajando hacia el asteroide Dimorfo como misión de defensa espacial.

La ESA desarrolla además el sistema de navegación Galileo de la Comisión Europea, que es más preciso que el GPS estadounidense, está detrás de uno de los programas de observación de la Tierra más avanzados que existen: la constelación de satélites Sentinel, que forma parte del programa europeo Copernicus.

También junto a la Comisión Europea, la ESA acaba de cerrar un acuerdo de 10.000 millones de euros (entre fondos públicos y privados) para construir la constelación de satélites IRIS2. El objetivo: reducir la desventaja estratégica de Europa frente a la constelación Starlink y las incipientes constelaciones chinas.

Europa tiene, asimismo, una amplia red de observatorios y la capacidad de comunicarse con el espacio profundo con antenas en Madrid, Argentina y Australia. De hecho, una de las estaciones de la Red del Espacio Profundo (DSN) de la NASA tiene una estación operada por el INTA en Robledo de Chavela, Madrid, desde donde se comunica con sus rovers marcianos y otras sondas.

En qué depende de la NASA. La ESA no tiene naves espaciales propias para transportar astronautas. Desde el veto a Rusia y sus cápsulas Soyuz, depende exclusivamente de las naves Crew Dragon de SpaceX para acceder a la Estación Espacial Internacional, ya sea en misiones de larga duración de la NASA o en misiones comerciales de corta duración de la empresa Axiom.

Ocurre lo mismo con las misiones Artemis a la Luna. La ESA es uno de los socios más importantes de la NASA en su programa lunar. Planea llevar hasta 1.500 kg de carga con cada vuelo del módulo lunar Argonaut, y ha aportado un componente clave de la nave tripulada Orion: el módulo de servicio. Sin embargo, la NASA ha priorizado la presencia de un astronauta canadiense en la misión Artemis II y de un astronauta japonés en un futuro alunizaje.

A la zaga del gigante. Si bien la ESA colabora estrechamente con la NASA en multitud de misiones importantes, como la detección de objetos cercanos a la Tierra, el telescopio espacial James Webb o la misión de recuperación de muestras de suelo marciano Mars Sample Return (ahora en pausa), gran parte de su infraestructura sigue a la zaga de la agencia espacial estadounidense. Especialmente en capacidad de lanzamiento.

Además de la agencia espacial mejor financiada (25.400 millones de dólares de presupuesto anual), Estados Unidos tiene la industria espacial privada mas boyante y avanzada del mundo. SpaceX pone en órbita el 80% de la masa que se lanza globalmente al año, y es la única empresa, junto a Rocket Lab, que reutiliza habitualmente sus lanzadores. En los últimos años, Europa ha tenido que lanzar algunas de sus misiones más importantes (incluidos los satélites estratégicos Galileo) en cohetes Falcon 9 de SpaceX por una crisis interna de lanzadores.

El plan de Europa. Por todo lo expuesto arriba, sumado al contexto político, uno de los objetivos centrales de la ESA en su Estrategia 2040 es reducir la dependencia de Estados Unidos en materia espacial. Buena parte de sus futuros contratos públicos estarán orientados a impulsar el crecimiento y la competitividad de la industria espacial privada europea. La meta es generar más de 250.000 empleos relacionados con el espacio en Europa.

Al mismo tiempo, la ESA aprovechará su faceta investigadora para colaborar más estrechamente con las universidades europeas en el desarrollo de tecnologías de nueva generación. Para esto necesitan atraer talento a las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por lo que parte del trabajo será inspirar a los jóvenes con misiones espaciales y el trabajo de comunicación de sus astronautas, entre ellos Pablo Álvarez y Sara García.

Cohetes reutilizables. Los lanzamientos europeos llevan demasiado tiempo estancados en un duopolio ineficiente: los satélites pesados se lanzan con cohetes franceses Ariane y los satélites ligeros lo hacen a bordo de cohetes italianos Vega. El Ariane 6 y el Vega C apenas están empezando a operar con normalidad tras años erráticos, pero su naturaleza desechable pone a Europa en una situación vulnerable frente a SpaceX y el New Space estadounidense.

Las cosas van a empezar a cambiar. La empresa alemana Isar Aerospace podría convertirse este 24 de marzo en la primera empresa europea que lanza un cohete comercial, el Spectrum, a la órbita terrestre. La española PLD Space espera hacerlo a finales de año con el cohete Miura 5. Son solo dos ejemplos del efervescente panorama de microlanzadores europeos, pero todos tienen en común el apoyo de la ESA y planes ambiciosos de convertir sus cohetes en reutilizables. PLD ha anunciado incluso una nave tripulada llamada Lince.

A la vanguardia. Recuperar el terreno perdido con su propio ecosistema de cohetes reutilizables y naves tripuladas es solo parte del plan. La ESA también planea ampliar sus constelaciones de satélites, liderar al mundo en la eliminación de basura espacial, participar en las futuras estaciones orbitales y bases lunares, y desarrollar motores de alto empuje como los de SpaceX o Blue Origin, para lo que ha concedido un contrato a la empresa española Pangea Aerospace.

No espera tenerlo todo listo de golpe, pero el plan estratégico proyecta un incremento de los lanzamientos a partir de 2030 y una capacidad cada vez mayor de lanzar cargas más pesadas a órbitas más lejanas, sin depender de lanzadores extranjeros y sin dejar de lado el desarrollo de otras tecnologías, como los sistemas avanzados de comunicaciones y las capacidades autónomas para la vigilancia de asteroides. En definitiva, dar a los 23 Estados miembros que financian la ESA un acceso autónomo al espacio.

Una cuestión de dinero. A cambio, la Agencia Espacial Europea pide a Europa algo muy concreto: más dinero. Su presupuesto es menos de un tercio del que tiene la NASA, y su participación en el espacio desde el punto de vista global se está reduciendo.

“Los presupuestos espaciales europeos, como parte del total mundial, han disminuido ligeramente en los últimos dos años”, dijo Josef Aschbacher, director general de la ESA, en una rueda de prensa. “La conferencia ministerial de finales de año es un momento decisivo para garantizar que Europa aumente su inversión para que sus Estados miembros tengan una autonomía resiliente, sólida e independiente”.

Imagen | Edoardo Follegatti (ESA)

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Matías S. Zavia

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