Disneyland París iba a ser un Chernóbil cultural: la razón por la que casi no existe fueron los propios franceses

Disneyland París iba a ser un Chernóbil cultural: la razón por la que casi no existe fueron los propios franceses

Cuando Disneyland París abrió sus puertas en 1992, lo hizo apoyándose en los éxitos que habían cosechado los parques de atracciones Disney en California, Florida o Japón. Parecía evidente que, con su llegada a Europa de la mano de Euro Disney, la buena racha sólo podía ir hacia arriba. La realidad, en cambio, resultó ser muy distinta: el presidente de la compañía fue recibido con una lluvia de harina y huevos.

Aquél desenlace fue el resultado de años de disputas y críticas que, pese a la gran inversión francesa para hacerse con Euro Disney y frenar el desarrollo de otras alternativas como la de España, se encontró con un escollo que no había vivido en ninguna de sus otras inauguraciones: los propios franceses. Pese a lo mucho que ha cambiado el punto de vista galo sobre el actual Disneyland París con el paso de los años, aquél parque temático se vio durante años como un Chernóbil cultural que no estaban dispuestos a dejar pasar.

El Chernóbil cultural del parque Disney

Pese a que las conversaciones sobre la construcción del parque Disney en suelo francés empezaron en 1986, en gran parte porque el por entonces director de la compañía tenía predilección por Francia por ser considerada la élite cultural de Europa, las negociaciones terminaron alargándose mucho más de lo esperado por los americanos por detalles que ellos entendían como menudencias. Famosas son las disputas en las que Joe Shapiro, que lideraba aquellos debates con los negociadores franceses, terminaba pegando patadas a las puertas y gritando «dame algo para romper», desesperado por ver cómo se daba un paso adelante seguido de dos hacia atrás.

Desde el Ministerio de Cultura francés y la oposición se veía aquél movimiento como un Chernóbil cultural por lo que suponía abrir las puertas a los americanos de par en par. Para la sociedad de la época, Euro Disney suponía dejar entrar a su país el imperialismo americano, su cultura del consumismo exacerbado, y todos esos clichés estadounidenses que los galos aborrecían.

Motivados por los conflictos políticos entre el gobierno estadounidense y el francés, frente a los que los primeros demandaban un recorte en los subsidios de agricultura, en la apertura del parque de 1992, lo que los franceses vieron fue a una horda de granjeros que, subidos sobre sus tractores, cerraron la entrada al parque como protesta en un evento televisado que pasó de ser una celebración a convertirse en la peor campaña de marketing que el parque podía recibir.

Aquella situación provocó un sentimiento de animadversión hacia Euro Disney en el que, por la falta de asistentes, la compañía estadounidense empezó a palmar dinero como no había hecho nunca hasta el momento con alguno de sus parques. Sin embargo, lo acontecido en aquél evento retransmitido por televisión estaba lejos de ser el mayor problema que veían los franceses. Lo que ocurría dentro del parque cuando se dignaban a visitarlo era aún peor.

Euro Disney: un desastre tras otro

Con un séquito de americanos en la dirección de Euro Disney, y ningún francés que estuviese allí para alertarles de los errores que se estaban cometiendo, la planificación del parque se convirtió en un desastre de proporciones épicas. Alguien les había dicho que los europeos no desayunaban, así que las cantidades de comida presentadas durante el desayuno eran ridículas y las colas de sus hoteles se alargaban durante horas. Cuando los visitantes llegaban al buffet, se encontraban con croissants y cafés en vez de los huevos con bacon americanos que esperaban degustar. Además, lejos de adaptar las horas de comer al horario francés, tomaron únicamente el ejemplo de lo que se hacía en los parques de Estados Unidos generando aún más colas y críticas.

Planteándose que ocurriría lo mismo que al otro lado del charco, Disney esperaba alcanzar 9 millones de visitantes que no dudarían en alojarse en sus hoteles como si fuesen unas vacaciones. Lo que ocurrió en realidad era que, como mucho, pasaban un par de días en el parque, y la gran mayoría prefería acudir un día y ni siquiera se planteaba la idea de pernoctar allí. No sólo sus grandes hoteles de lujo no servían para nada, es que habían decidido que los días de máxima afluencia serían los viernes y orientaron los horarios de su personal de esa forma. Cuando la gente empezó a acudir en masa los lunes, no había suficiente gente para controlar la marabunta.

Eurodisney

Tampoco ayudó que, dentro de esa cultura americanizada, a los empleados franceses del parque se les obligaba a acudir al trabajo siempre con una sonrisa, seguir esos mismos horarios que chocaban con su cultura, y demandar una dedicación y productividad que llegaba al extremo. Durante las primeras semanas de apertura, el parque perdió alrededor de 1.000 empleados, que aseguraban que lo que se escondía detrás de sus políticas laborales era «un lavado de cerebro».

Lo peor de todo, sin embargo, fue que Euro Disney pasó a ser conocido como el único lugar de Francia en el que no podías comer con una copa de vino. La política americana de no permitir alcohol en sus parques, se convirtió en una cuestión de estado para los franceses, y la suma de todos esos problemas provocó que, para finales de 1994, el parque de Disney acumulaba unas pérdidas de 2.000 millones de dólares.

De Euro Disney a Disneyland París

Frente a un barco que hacía agua por todos sitios, y al que aparentemente sólo acudían los americanos que estaban en Europa, o los japoneses que acudían allí de vacaciones, Disney se vio obligada a cambiar radicalmente de estrategia. Además de centrarse en los hábitos de consumo y la cultura francesa, empujó una evolución radical que tendría a un icono francés, Julio Verne, como principal premisa.

De la mano de la atracción estrella que estaba triunfando en el resto de sus parques, Space Mountain, Disney reformuló el concepto para hacerla aún más atractiva y añadió el reclamo de llamarla Space Mountain: de la Tierra a la Luna, para vestirla de esa temática steampunk basada en el escritor francés que el público galo tanto adoraba.

Sumando también modificaciones como el alcohol, la comida y las tiendas, Disney se adaptó finalmente a lo que Francia consideraba ideal en su visita al parque y, por último, decidió renombrarlo a Disneyland París para engrandecer aún más esa relación con la capital. La agresiva campaña de marketing que realizó en el resto de Europa para celebrar su salto evolutivo, finalmente dio sus frutos.

El resultado de aquél generoso lavado de cara al parque y sus políticas terminó confirmándose con un renacimiento que había llevado a cambiar los 8,8 millones de visitantes del periodo de 1994 por la friolera de 11,7 millones de visitantes que alcanzó en 1996. Si Euro Disney resultó ser un absoluto fracaso, Disneyland París consiguió, por fin, el efecto contrario.

Imagen | Euro Disney Archives


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Disneyland París iba a ser un Chernóbil cultural: la razón por la que casi no existe fueron los propios franceses

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3DJuegos

por
Rubén Márquez

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